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¡Estrenamos sitio y, ya puestos,
estilo de evento! Esta vez montamos una espicha-baile en
lugar de la típica cena-baile. Original, ¿eh? Ya,
vale, no lo hemos inventado nosotros y al final es lo mismo de
siempre: beber, zampar y bailar. Pero esa es precisamente
la idea, claro. El caso es que la cosa bautizada pomposamente
como I Espicha BAILAFACIL, ¡cosas del departamento de marketing!
tuvo lugar en el Restaurante Merendero del Camping de Deva el sábado
23 de febrero de 2013 y resultó un exitazo, como atestiguan
las imágenes bajo estas líneas.
Las fotos que muestran
UN DEDO al pasarles el puntero por encima pueden ampliarse.
Haz CLIC sobre ellas y se abrirán en una nueva ventana.

En total fuimos 114 comensales
los encargados de dar buena cuenta de un apetitoso menú
compuesto de embutidos variados, tortillas, empanadas, huevos cocidos,
chorizos a la sidra, croquetas, calamares, costillas a la parrilla,
chorizos criollos, pan, sidra, vino... Todo sanísimo y
100% libre de colesterol. O casi. Y barato: sólo 20
euros. Era la primera vez que íbamos allí y seguramente
repetiremos: tanto la atención como la comida fueron excelentes,
nos trataron fenomenal y hasta tuvieron el detallazo de obsequiarnos
con un delicioso postre que no estaba incluido en el menú,
para alegría de los golosos, que pudieron rematar el agape con
algo dulce.


Hacia las 12 de la noche, tras dar por
concluida la zampilona, nos trasladamos a un amplio espacio anexo
al restaurante habilitado como sala de fiestas para dar comienzo
a la parte mollar de la noche, o sea, el bailoteo. ¿Valoración
del sitio? Correcto. Cumplía sobradamente su función:
pista de baile ancha y diáfana, salvo por unas pocas columnas
que no molestaban, decoración cuca, un juego de luces
de discoteca apañado... y precios de chigre en
la barra, lo que se notó en la especial animación
de más de uno. En el debe, que el lugar estaba más
bien fresquito al entrar algo que se solucionó tan
pronto empezamos a menear el body y que el baño
estuviera fuera, lo que dada la nochecita polar, convirtió
las excursiones al mismo (o a fumar) en algo parecido al paseillo
del capitán Scott por la Antártida: cosa de héroes.

El caso es que, una vez la gente entró
en calor y se unieron al baile algunos alumnos que no pudieron
asistir a la cena, el festejo no pudo estar más animado
y divertido. Se bailó mucho y de todo, como siempre en
los saraos que organizamos. Para la ocasión ya había seleccionado
yo cuidadosamente una sesión musical más 'popular'
que las que suelo pinchar en el Otto con menos ritmos 'difíciles'
tipo tango o salsa, vamos a fin de dar continuidad a la fiesta
y que todo el mundo, y en especial los principiantes, pudiera bailar
lo máximo posible. Como suele pasar últimamente,
el momento álgido de la noche fue el Ai se eu te pego
que dirigimos Emma y yo a eso de la una y media de la mañana.
Ya veis las fotos: el seguimiento
de la coreografía fue masivo. ¡A todo el mundo le mola
lo de abanicarse la cara, jaja! Después, la fiesta siguió
su curso: más baile, más glu-glu, algunos problemillas
con el sonido, que era responsabilidad mía, no del camping.
Perdón por ello, aunque fueran mínimos: lo habíamos
probado antes... pero estando la sala vacía; con ella llena,
la acústica empeoró mucho y estábamos algo
justos de potencia, de ahí que se calentara el equipo
e hiciera saltar el limitador en una ocasión, interrumpiendo
la música. El otro apagón, el de primera hora,
no tuvo nada que ver, fue un despiste de la camarera que
se equivocó de botón al intentar desconectar una luz.
Y poco más que añadir,
amigos. A las 3 de la madrugada todavía eramos más
de 60 en la discoteca, pero nada dura eternamente y al final
hubo que dar por concluida la juerga, cerrar el chiringuito, plegar
velas... tirar pa casa, vamos. En resumen: un evento diferente
a los que solemos organizar, saldado con un notable éxito
y un resultado general más que satisfactorio. ¡Habrá
II Espicha BAILAFACIL, fijo!



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